Estudiar es una actividad que requiere muchas competencias. No solo está en juego la memoria, sino sobre todo, la comprensión.
Una de las bases principales en el aprendizaje es la lectura. Para mejorar esta actividad, una de las mejores técnicas de estudio es el método Robinson, que incide en el aprendizaje significativo.
Pero más allá de este método, leer en voz alta es en sí mismo una técnica de estudio. Y su eficacia está demostrada por varios estudios.
En particular, por el llevado a cabo por los investigadores MacLeod y Farrin con unos 100 estudiantes canadienses. Aquellos que leyeron en voz alta una serie de palabras sin relación entre sí tuvieron un porcentaje de éxito mayor para recordarlas que otros compañeros que usaron otros métodos. A este resultado que obtuvieron lo llamaron el «efecto de producción». Es decir, se trata de una actividad dual en la que las palabras escritas se reproducen al leerlas en voz alta.
Leer en voz alta tiene muchos beneficios en el estudio y el aprendizaje. Escuchar la propia voz mientras se lee refuerza la memoria a largo plazo. Y es que la doble acción de hablar y escucharse permite que los contenidos se conviertan en recuerdos duraderos. En este sentido, tiene los mismos beneficios que el método Loci.
Esto es así porque esta doble actividad es autorreferencial y personal. Es decir, conecta directamente con nuestro propio yo y en este sentido es más fácil recuperar el recuerdo.
Y también porque al tratarse de una actividad doble incide en dos tipos de memoria: la auditiva y la visual. Lo que provoca una mayor atención en la actividad que se está llevando a cabo.
Al mismo tiempo, mientras se habla se ponen en marcha de forma más eficiente los mecanismos de comprensión y reflexión del contenido que se está reproduciendo. Es decir, se mejora la capacidad para entender lo que se ha leído.
Leer en voz alta como técnica de estudio no solo consiste en reproducir de forma hablada lo que se lee. Para que esta técnica dé todos sus frutos debes aprender a hacerlo de forma correcta.
Aunque suene contradictorio, lo primero es saber manejar los silencios. Es decir, las pausas marcadas en el texto. Estas pausas ordenan las ideas y detenerse en cada una de ellas facilita la retención de lo leído.
Este primer paso te llevará a mantener el ritmo, y con él, a mejorar la comprensión. Pero también a no quedarte sin aliento y a hacer que el discurso fluya con más facilidad.
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