Si has sido honesto en la exposición de tus conocimientos y experiencias en tu currículum, a la hora de la entrevista te encontrarás mucho más tranquilo que si has deslizado en tu historial un buen número de exageraciones y hasta alguna que otra traición a la verdad. Recuerda siempre que se puede contratar a alguien que carezca de determinados conocimientos, pero desde luego no a un mentiroso.
Y es que no puede haber nada peor a los ojos y oídos de un entrevistador que contemplar cómo se crispa la expresión de tu cara y/o te ruborizas como si se encendiera la señal de alarma que revela que allí se sienta un mentiroso; o escuchar cómo comienzas a titubear y acabas ofreciendo explicaciones que sólo parecen conducir a una confesión de culpabilidad en toda regla.
Claro, que también puede suceder que la realidad no se haya estirado tanto como para que entre en la categoría de delito, pero sí lo suficiente como para que pueda ponernos en algún aprieto. En este caso, el candidato debe tratar de sortear estas delicadas situaciones actuando con naturalidad y minimizando las pequeñas exageraciones que haya podido introducir.
Leído lo leído hasta ahora, es importante resaltar que no debemos confundir la mentira o la exageración con una excesiva modestia o con la renuncia a destacar debidamente nuestros valores. Es decir, en el currículum debemos hacer todo lo posible por potenciar nuestros puntos fuertes y minimizar los débiles.
Por último, y como probablemente, y pese a todo, siempre nos encontremos con alguna sombra en nuestro currículum, lo aconsejable seguirá siendo, como siempre, apelar a la honestidad como mejor aliada. Si hay un aspecto poco claro se debe aclarar siendo sinceros y coherentes. En la mayor parte de los casos, como por ejemplo en los cambios de trabajo, no importa tanto el qué se haya hecho como el haberlo hecho siguiendo una línea coherente.
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