Con el ritmo frenético con el que se vive actualmente y la presión en el trabajo, cada vez es más frecuente el estrés laboral. Tanto es así, que se ha convertido en la segunda causa de baja laboral en la Unión Europea, afectando a 40 millones de trabajadores cada año.
Las consecuencias del estrés laboral son físicas (problemas gastrointestinales, cardiovasculares, musculares, endocrinos…), psicológicas (excesiva preocupación, poca concentración, mal humor, consumo de tóxicos…) y organizativas (pues también afecta al ambiente laboral).
En este contexto, es importante saber de inteligencia emocional, conjunto de capacidades psicológicas de una persona que permiten entender, trabajar y expresar de una manera equilibrada los sentimientos y emociones. Además, la inteligencia emocional no sólo se refiere a uno mismo, sino que también sirve para entender las emociones y pensamientos de los demás, es decir, lo que se conoce como empatía.
La inteligencia emocional persigue la paz interior y la felicidad. Saber cómo manejar las emociones y minimizar los daños es complicado, pero fundamental para gozar de tranquilidad y optimismo.
Para controlar el estrés es interesante profundizar también en la inteligencia emocional de cada uno, pues se trata, en esencia, de gestionar de forma correcta las emociones y, por tanto, el estrés. Hay estudios que demuestran que las personas con buena inteligencia emocional saben manejar mejor el estrés laboral.
En estas situaciones de estrés y gestión de sentimientos, existen ciertas técnicas que te ayudan a controlar las emociones. Puedes aprenderlas a través de Cursos de Prácticas de Control Emocional y Control del Estrés, en los que se enseña a saber escoger la técnica adecuada en función de la situación que se viva, y así poder medir las consecuencias y, sobre todo, dominar la situación.
El estrés es una reacción del cuerpo en la que intervienen mecanismos de defensa ante una amenaza o una demanda incrementada. El estrés una reacción natural y necesaria para nuestra supervivencia, pues nos da información y nos alarma sobre distintas situaciones ante las que reaccionar.
Por tanto, todo el mundo necesita cierta dosis de estrés para responder satisfactoriamente ante estas situaciones. De hecho, niveles muy bajos de estrés son sinónimos de desmotivación y conformismo. Así, diferenciamos entre el estrés positivo (activación necesaria para la vida cotidiana) y el estrés negativo. El problema viene cuando el estrés se convierte en nuestro compañero de vida y no podemos controlarlo, viviendo en una situación de sufrimiento permanente.
Sus síntomas también son muy conocidos. Aumento del ritmo cardíaco, exceso de secreción de adrenalina, tensión muscular, cambios en el apetito, en el estado de ánimo y en el sueño, tristeza, ansiedad, poca concentración, irritabilidad. El estrés puede provocar trastornos físicos y psicológicos llegando incluso a provocar adicciones, debidas a un estrés no tratado o no superado. Ahora incluso se habla de las ciberadicciones…
Síguenos en nuestras RRSS
Lo más leído
Contenido relacionado